Rompecascos grito del Athletic
Rompecascos, su grito de ánimo y su txapela.
«¡Athleeeeeetic!» ¿De donde surge el grito de guerra del Athletic Club de Bilbao?
Este grito con el que comienza el himno repitiéndolo tres veces, nos resulta tan familiar a la hora de animar a nuestro equipo, como el de un niño llamando a su Ama o a su Aita.
Pero no formaba parte del himno hasta que alguien lo puso de moda. Gabriel Ortiz, alias «Rompecascos», el seguidor más fiel que ha tenido el Athletic de Bilbao. Recorrió la península y parte de Europa detrás de su equipo de fútbol, el Athletic, no se ha perdido
un partido en San Mamés ni una final de Copa. Durante muchos años ha sido el hombre que, bandera rojiblanca al hombro, muchos hemos considerado símbolo de la hinchada.
Ha dedicado parte de su vida a ser el hincha, el que atravesaba el campo con su grito de ánimo, celebraba las victorias por todo lo alto, cenaba con jugadores y directivos, cambiaba días de vacaciones por días de partidos, hacía viajes de más de doce horas por ver a los jugadores de su Athletic dos horas en un campo a muchos kilómetros de Bilbao. Ahora tiene 67 años, no prueba el vino desde hace seis meses, ha sufrido dos embolias en los últimos meses —«por beber antes demasiado», apunta—, y ahora ya no puede cantar. Va poco al campo, por su delicada salud, y porque ya no puede celebrar los triunfos como antes. Sale poco de casa, por las tardes se acerca al txoko a jugar una partida al chinchón y espera poder ver por televisión la mayoría de los partidos del Athletic este invierno. Porque si no juega el Athletic, no le interesa el fútbol.
A los 14 años se escapó de casa para seguir al Athletic
La primera salida larga para ver y animar al Athletic la hizo a Barcelona cuando tema 14 años. Para eso tuvo que escaparse de casa. Consiguió que un conocido que iba a Barcelona con un camión de pescado le llevara a él y a su amigo gratis. Pero el camionero también tenía que llevar algunos familiares hasta Zaragoza, por lo que la primera etapa del viaje la realizó agachado y tapado con un toldo en la trasera del camión. Pero la aventura no terminó en Barcelona, ya que luego había que volver a casa y no tenían dinero. Al final encontraron a los jugadores del Erandio, que les trajeron hasta Bilbao, donde llegaron borrachos, consecuencia de una paradita en !as bodegas de Haro, para celebrar la victoria del Athletic. «A mi padre le importó poco que ganara el Athletic. Cuando llegué me puso bueno», afirma Gabriel.
Viajes al extranjero
Entre los viajes fuera de la frontera, recuerda especialmente uno a Budapest, donde tras pedir
permiso para acudir a las casetas de los jugadores la Policía quiso impedir su acceso y acabaron hincha y bandera rodando por los suelos hasta que se aclararon las cosas; y otro a Londres, en el que tuvo que dejar la bota con diez litros de vino en la guardarropa de un cabaret, porque no le permitieron introducir alcohol en el local, y precisamente, se lo prohibió un maitre que era gallego. Al final terminaron paseando la bota por la barra.
Pero no todo han sido celebraciones y buenas acogidas. También le han hecho alguna faena como él dice. La última fue hace cuatro años, al volver de un encuentro con el Gijón. «El autobús paró en un pueblo para comprar pan», relata Gabriel Ortiz, «otro y yo nos bajamos a comprar, cuando me di cuenta el compañero se había subido ya, y el autobús se había ido dejándome allí plantado, de noche y con un frío terrible. No podía quedarme allí, así que salí a la carretera con la bufanda y la bandera del Athletic; enseguida me paró un coche en el que venían otros hinchas bilbaínos que me trajeron hasta casa. Cuando los del autobús se dieron
cuenta que yo no estaba volvieron a buscarme, y al final llegaron tres horas más tarde que yo a Bilbao».
Otro de los sustos que ha pasado en su vida ocurrió a la vuelta de un viaje a Londres, en el que alguien gritó en el campo Gora Euskadi y cuando llegaron a Bilbao la Policía le estaba esperando porque creía que había sido él
Sin vacaciones
Su afición le llevó a cambiar los escasos días de vacaciones de los que podía disfrutar por permisos, que iba solicitando a lo largo de toda la temporada futbolística, para poder acompañar a su equipo en los desplazamientos y no encontró ningún problema para
realizar estos cambios, sobre todo porque todo el mundo conocía su afición. Pero sí es llamativo, que un hombre que empezó a trabajar a los 11 años sea capaz de sacrificar sus escasas vacaciones. Porque Gabriel Ortiz comenzó a repartir La Gaceta del Norte a las
seis de la mañana, y cuando terminaba tenía que ir a la escuela. Este fue su trabajo hasta el momento en que la guerra obliga a modificar la vida de todos. Con 18 años tuvo que incorporarse al frente donde esquirlas de metralla se le incrustan en la espalda y un tiro le atraviesa el costado. De vuelta a la normalidad, comenzó a trabajar en Talleres de Luchana, y luego en la Fábrica Municipal de Gas, de donde ha salido ya jubilado.
«El gríto lo copié del Solokoetxe»
El famoso grito de ánimo que todavía sigue atravesando el campo de fútbol de punta a punta: Athleeeetic euuup! fue inventado por Gabriel. «En la final de 1949, en Madrid, estuve ensayando el grito que se utilizaba para animar al Solokoetxe, cambiándole la letra, para animar luego al Athletic. Bonilla, Fernando Luzinaga, Patillas y Pachín fueron los colaboradores. Estuvimos toda la mañana ensayando el grito por Madrid, y cuando llegamos al campo estábamos todos roncos. Ese día perdimos 1-0 , pero Guzmán —entonces presidente del club— oyó el grito en el campo, se interesó por él, y ese día nos invitó al recibimiento que se iba a dar en el Ayuntamiento al Athletic». Y fue Guzmán, precisamente, quien le hizo socio honorífico del Athletic hace unos 25 años. Gabriel escogió una tribuna extra baja, porque desde tribunas por mucho que se lancen gritos de ánimo, no llegan a los jugadores. Según afirma, el gritar es un arte: «Hay que saber cuándo tienes que gritar para animar a los jugadores. Ahora la afición está todo el tiempo gritando, y no es eso. Hay que estar viendo el partido para saber cuándo hay que lanzar el grito, escoger el momento».
«Rompecascos», un apodo merecido
Reconoce que siempre ha tenido la cabeza muy dura, pero no descubrió su habilidad para romper cascos de botellas hasta que un marinero borracho le rompió la primera botella en la cabeza, evidentemente con intención de dejarle fuera de juego. La botella se hizo añicos en su frente y no le pasó nada. No puede decir lo mismo el marinero, ya que «Rompecascos» le devolvió un cabezazo que le dejó inconsciente. Era la prueba de fuego. Desde entonces, muchos cascos de botella han quebrado en su cabeza con ocasión de finales, comidas, despedidas, etc. En 1984 rompió la última botella en Teruel, viniendo de Valencia, para celebrar el campeonato que acababa de ganar el Athletic. Más de una vez ha tenido problemas con los vidrios, algunos cubiertos con malla, o por la naturaleza de sus componentes, la sangre ha terminado resbalando por sus sienes.
Las corridas de toros siempre son espectáculo
Gabriel se ha hecho famoso también entre los aficionados taurinos por lanzar la bota de vino al torero. La primera vez lo hizo en 1955, y desde entonces ha pasadode diestro en diestro la bota de «Rompecascos». Todos han bebido de su bota. «Todos menos uno: Dominguín», señala. «A Dominguín no le echaba nunca la bota porque era anti-athlético. Me le presentaron en el aeropuerto, y cuando fui a saludarle retiró su mano y escupió en el suelo. Entonces yo le eché un juramento fuerte, y esa fue la última vez que toreó en Bilbao. Tuvo una cogida y Ordóñez tuvo que matar su toro».
Tiene una gran colección de fotos con todos los toreros que han venido a participar en la Semana Grande bilbaína a través de los años. Se puede decir que le gusta más el espectáculo taurino, que el fútbol. En este sentido manifiesta que «los toros, toree quien toree, siempre tiene emoción. Más que el fútbol, porque si no juega el Athletic, el fútbol para mí no tiene ninguna emoción». Entre todos los toreros que ha conocido guarda un recuerdo especial para Jaime Ostos —que pidió el carnet de socio del Athletic—, Tomás Campuzano, Paquirri, Paco Camino y Ordóñez. Pero Gabriel Ortiz aún recuerda el día que Manolete besó una bandera rojiblanca.
BILBAO - Bilbaínos ilustres
Escrito por María Pilar Luengo
Fuente: www.bilbao.eus
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